María Gómez En 1934 el gran estadista inglés escribió:El comunismo no es solamente un credo; es un plan de campaña. El comunista no es únicamente un individuo que abriga ciertas opiniones; es el partidario jurado de bien meditandos métodos de acción. Ha estudiado la anatomía del descontento y la revolución en todas sus fases y en todos sus aspectos, y tiene preparado un verdadero manual para derrocar todas las instituciones existentes. El modo de aplicarlo constituye una parte tan importante de la fe comunista como la doctrina misma.
En un principio el comunismo invoca los preceptos, ya consagrados por el tiempo, de la democracia y el liberalismo para proteger el órgano recién formado. Se enarbolan y afirman la libertad de palabra, el derecho a celebrar reuniones públicas, el derecho constitucional y todas las formas de una lícita agitación política. Se busca la alianza con cualquier movimiento popular de tendencias izquierdistas.
Lo primero es implantar un régimen moderadamente liberal o socialista durante algún período de convulsión. Pero poco después de implantado hay que derrocarlo. Hay que explotar las calamidades y penurias derivadas de la confusión. Se deberán provocar choques, acompañados de ser posible, por el derramamiento de sangre, entre los agentes del nuevo gobierno y los trabajadores. Se fabricarán mártires. Se aprovechará cualquier actitud de mansedumbre de los gobernantes. Tras la máscara de una propaganda pacífica se ocultarán odios jamás vistos antes entre los hombres. Ni será necesario ni se podrán cumplir las promesas hechas. Todo acto de buena voluntad, de tolerancia, de conciliación por parte de los gobiernos o de los estadistas se empleará para labrar su propia ruina.
Entonces, en el momento oportuno y cuando la situación haya madurado, se deberá recurrir a todas las formas de violencia, desde la rebelión de masas hasta el asesinato del particular, sin restricciones y sin remordimientos. Se deberá tomar por asalto la fortaleza enarbolando las banderas de la libertad y la democracia; y una vez que el aparato del poder se halle en manos de la hermandad,se procederá a aplastar con la muerte toda oposición y aún toda disidencia.
La democracia no es más que un instrumento del que se echa mano para luego destruirlo; la libertad no pasa de ser una locura sentimental, indigna de quien se guía por la lógica. Se impondrá a la humanidad según dogmas aprendidos a coro, sin misericordia y para siempre, el dominio absoluto ejercido por una clase "sacerdotal" que se ha designado a sí misma como tal.
Todo eso, expuesto en áridos libros de texto y escrito también con sangre en la historia de varias naciones poderosas, constituye la doctrina y el propósito del comunista.
¡Hombre prevenido vale por dos!
En un principio el comunismo invoca los preceptos, ya consagrados por el tiempo, de la democracia y el liberalismo para proteger el órgano recién formado. Se enarbolan y afirman la libertad de palabra, el derecho a celebrar reuniones públicas, el derecho constitucional y todas las formas de una lícita agitación política. Se busca la alianza con cualquier movimiento popular de tendencias izquierdistas.
Lo primero es implantar un régimen moderadamente liberal o socialista durante algún período de convulsión. Pero poco después de implantado hay que derrocarlo. Hay que explotar las calamidades y penurias derivadas de la confusión. Se deberán provocar choques, acompañados de ser posible, por el derramamiento de sangre, entre los agentes del nuevo gobierno y los trabajadores. Se fabricarán mártires. Se aprovechará cualquier actitud de mansedumbre de los gobernantes. Tras la máscara de una propaganda pacífica se ocultarán odios jamás vistos antes entre los hombres. Ni será necesario ni se podrán cumplir las promesas hechas. Todo acto de buena voluntad, de tolerancia, de conciliación por parte de los gobiernos o de los estadistas se empleará para labrar su propia ruina.
Entonces, en el momento oportuno y cuando la situación haya madurado, se deberá recurrir a todas las formas de violencia, desde la rebelión de masas hasta el asesinato del particular, sin restricciones y sin remordimientos. Se deberá tomar por asalto la fortaleza enarbolando las banderas de la libertad y la democracia; y una vez que el aparato del poder se halle en manos de la hermandad,se procederá a aplastar con la muerte toda oposición y aún toda disidencia.
La democracia no es más que un instrumento del que se echa mano para luego destruirlo; la libertad no pasa de ser una locura sentimental, indigna de quien se guía por la lógica. Se impondrá a la humanidad según dogmas aprendidos a coro, sin misericordia y para siempre, el dominio absoluto ejercido por una clase "sacerdotal" que se ha designado a sí misma como tal.
Todo eso, expuesto en áridos libros de texto y escrito también con sangre en la historia de varias naciones poderosas, constituye la doctrina y el propósito del comunista.
¡Hombre prevenido vale por dos!
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